"Cuenta una historia, que un niño sevillano, más cofrades que todas las cosas, pedía cada noche a su Madre, la Virgen, antes de dormirse, que se solucionaran todos los problemas mundiales, que haya paz, Fe, amor, felicidad, igualdad, ... entre otras. Siempre se dejaba para lo último pedir por él y por los suyos. El chico, con lágrimas, pedía que la familia siempre permaneciera unida, con salud, amor, felicidad y cariño.
Cuando todo ésto estaba pedido, el niño se dormía profundamente. En cada mañana de esos meses de Navidad, se daba cuenta de que sus peticiones no se cumplían, había discusiones, se perdía el cariño, todo lo que resultaba una familia rota.

Al mirarla y besar su mano, se dio cuenta que había sido necio, no había esperado lo suficiente, y se propuso esperar, tener la esperanza necesaria hasta que todo llegase. Depositó una flor a los pies de la Virgen y se marchó.
Desde aquel día el chico se sintió más lleno, sabía que Dios solo quiere lo mejor para nosotros, y que algún día llegará, aunque nos guste o no, nos daremos cuenta con el tiempo, que lo ha hecho por nuestro bien.
Así pudo levantarse al siguiente día, y comprobar la fraternidad y el cariño que tenía la familia ese día, volviendo a ver a su Madre para darle las gracias. Con lágrimas en los ojos tan solo dijo: "Gracias por devolverme la Esperanza que perdí".
Y así se dio cuenta que pasaría estas fiestas con amor, y que llegara lo que llegara, Ella estaría ahí para, esperando, en un sueño, de verdadera esperanza..."
Una historia de Pablo Rodríguez
Fotografías: Francisco Javier Bautista
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